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B
loque
II
Analizas los fundamentos de la racionalidad humana
en el contexto del pensamiento clásico griego
Estos dos enunciados parecen ser los más
obvios
y fáciles de entender que se hayan
escrito. Sin embargo, Parménides se esforzó arduamente por comprenderlos en
profundidad,
los tomó verdaderamente
en serio, y dedujo de ellos algunas conclusiones
asombrosas.
En primer lugar, si el ser es y la nada no es, entonces eso signifca que el
ser ha existido
por siempre, es eterno.
Porque de lo contrario, habría que suponer que el ser surgió de
la nada en algún momento, lo cual es
absurdo,
porque
la nada no puede ser nada; y
por supuesto, no puede ser el origen del ser. (Parece trabalenguas, ¿verdad?)
Pero la conclusión de Parménides que sorprendió, inquietó,
obsesionó
y hasta
podemos decir que molestó a los flósoFos posteriores a él, Fue la siguiente:
si el ser
es, y la nada no es, entonces el cambio es imposible.
Porque, explicaba Parménides,
el cambio implicaría que algo que fuera, dejara de ser, y algo que no era, llegara a ser.
Pero si ya dijimos que el ser es, y por lo tanto, no puede dejar de ser,
entonces eso, el
cambio, es absurdo, imposible. De igual modo, si nos tomamos en serio que la nada no
es, tampoco sería posible que algo que no es, súbitamente adquiriera, por decirlo así, el
ser. En conclusión: el cambio es imposible.
Claro, al leer esto, nos urge responder más o menos así: “¡Pero
si todo lo que vemos,
escuchamos, percibimos, cambia!” Todo cambia, nada permanece igual a sí mismo
por mucho tiempo. De la semilla surge la planta, de sus ramas la or. Los cachorros se
convierten en perros, los becerros en toros o vacas. Nosotros mismos cambiamos sin
cesar, y terminaremos por pasar del ser al no ser.
Seguramente, la gente de Grecia
que escuchó o leyó las ideas de Parménides hace
más de 2,000 años,
le respondió con observaciones parecidas. Pero Parménides se
limitó a escucharlos y a replicar: pues sí, pero lo que ocurre es que nuestros
sentidos
nos engañan. No son ellos las herramientas que nos permitirán conocer la verdad: es
nuestra razón, nuestra aptitud para pensar.
Por supuesto, nosotros no tenemos que pensar como Parménides. Pero fue muy
importante en la historia de la ²ilosoFía griega. A muchos de los flósoFos que lo
escucharon, sus conclusiones les parecieron
absurdas
, disparatadas; sin embargo,
se daban cuenta de que no era tan fácil mostrar en qué se equivocaba, pues su
razonamiento era
riguroso, impecable.
Lo que debemos notar es que, sin hacer uso
más que de su capacidad para pensar, Parménides concluyó que alguien mentía: o los
sentidos (vista, oído, olfato, tacto, gusto), o la razón. Parménides tomó el partido de la
razón contra los sentidos. De hecho, esa
predilección
se re eja en
la tercera y última
proposición de su teoría:
el ser es pensamiento
. Muchos años después, en los siglos
XVI y XVII de nuestra era, ese con icto entre la razón y los sentidos volverá a oponer a
los flósoFos. Será la batalla intelectual entre racionalistas y empiristas. Ya los veremos
en su momento, por ahora, lo importante es que advirtamos cuándo surgió uno de los
problemas más importantes y persistentes de la historia de la Filosofía.