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B
loque
I
Identifcas la Filoso ía como disciplina global
Ahora, hay proposiciones
sobre las que es muy fácil decidir si son verdaderas o no,
porque se referen a realidades Familiares para nosotros, con las que tenemos con
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tacto cotidiano. Siguiendo con nuestro ejemplo, los más probable es que estemos
fundamentalmente de acuerdo con las personas cercanas a nosotros respecto a lo
que es un perro y a lo que nos referimos como color miel. En cambio, hay otras rea-
lidades sobre las que no es tan fácil decidir. Por ejemplo, ¿qué es la justicia? o ¿qué
es la belleza? Aunque, de manera algo misteriosa y difícil de explicar, sabemos
cuándo estamos en presencia de algo bello, o un acto o acontecimiento que nos
parece justo,
es muy diFícil defnir la belleza o la justicia. Una revisión de la historia
del pensamiento lo confrmaría: tras dos mil quinientos años de ilosoFía, aun hoy
se continúa discutiendo acerca de estos temas.
Para acercarnos a una defnición de estos temas complejos es mejor proceder me
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diante el diálogo. ¿Por qué? Porque la verdad sobre estos temas es tan vasta, que
difícilmente una sola persona puede comprenderla completa. Lo más probable, es
que cada uno de nosotros sólo conozca “una parte” de la respuesta a preguntas so-
bre realidades tan abstractas como la belleza o la justicia, pero que indudablemente
existen. Si no existieran, ¿por qué disfrutamos tanto contemplando ciertos paisajes
o escuchando cierto tipo de
música, por ejemplo?
En la antigua Grecia, los flósoFos se aproximaban a la verdad por medio del diálogo.
Alguien proponía una defnición, después el interlocutor o interlocutores la cuestio
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naban. La defnición original era modifcada para corregir el deFecto que el cuestio
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namiento había señalado, y con ello se lograba una mejor defnición. El procedi
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miento se repetía hasta que al fnal se lograba una defnición mucho más precisa y
sólida que la inicial.
Observemos que a los flósoFos que participaban en estos ejercicios de diálogo, de
los que veremos algún ejemplo cuando hablemos acerca de Platón, les interesaba
ante todo acercarse lo más posible a la verdad, no ganar una discusión. (De hecho,
Platón pensaba que es esto, la intención con la que se participa en un intercambio
de ideas, lo que distinguía al verdadero flósoFo, en contraste con el sofsta, un tipo
de pensador que hacía otro uso de las ideas y las palabras, sobre el que aprende-
remos un poco más en otro momento.)
En esa Grecia antigua el diálogo era, y sigue siendo en nuestras sociedades demo-
cráticas, mucho más que un método flosófco. No es solamente una herramienta
para crear, evaluar y perfeccionar las ideas: también es el medio por excelencia de
la convivencia civilizada. Nadie puede dialogar solo; por eso un genuino diálogo
implica reconocer a los demás como seres humanos dotados de razón (es decir, de
capacidad para buscar y encontrar la verdad.) Así, el diálogo es también un camino
al mutuo reconocimiento, y frecuentemente da pie a sentimientos de fraternidad.