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Galeano
T
EXTO
: Marta Romo
I
LUSTRACIÓN
: José Esteban Martínez
Galeano es un niño perdido. Sí, se perdió.
Él se ha imaginado que lo perdió su familia, porque no
tenían para sostenerlo.
De cualquier manera, él se las ingenió para subsistir.
A sus nueve años, Galo —que de verdad se llama
Galeano— a pesar de que ya no se acuerda cómo se
apellida, es un gran viajero. Dándose maña, sube en los
trenes que encuentra en el camino, sin importarle si viaja
en el vagón del ganado, el cabús o la caja de carga. Así
nunca paga los dos pesos que le costaría el pasaje. Come
lo que puede robar, y cuida siempre que no lo descubran,
pues ya le han dado buenas palizas.
Tiene años sin bañarse completo. Donde encuentra
agua, primero bebe hasta saciarse, después con cuidado
de no mojarse mucho se lava uno que otro raspón, y los
moretones ni se los toca.
Cuando se asea, se quita con saliva las lagañas que
no le dejan abrir bien los ojos, para ver con claridad lo
que sucede a su alrededor.