darnos la oportunidad de observar nuestras sensaciones para percibir con mayor claridad el eje 
corporal y la colocación adecuada de las partes del cuerpo que intervienen en el control de la 
postura cuando nos movemos, las cuales alinearemos en relación con este eje. El cuerpo 
humano se encuentra atravesado a todo lo largo por una línea imaginaria vertical o 
eje de 
gravedad
, cuyo dominio permite el equilibrio corporal indispensable para la realización de 
cualquier movimiento. Realiza el siguiente ejercicio: 
a) Siéntate en la orilla delantera de tu banca, separa las piernas. Relaja las piernas y las 
rodillas hasta que puedas moverlas hacia delante y los lados con facilidad. Apoya los 
pies en el suelo. 
b) Concéntrate en tu respiración y cuando sea suave y continua, balancea tu torso a un 
lado y al otro, coordina el movimiento con la respiración. Disminuye gradualmente el 
movimiento hasta detenerte, pero aún en la aparente inmovilidad procura percibir la 
ligera oscilación que ha continuado. 
c) Repite el balanceo pero cambia de dirección, ahora al frente y atrás, percibe el 
movimiento de las articulaciones de la cadera, de la pelvis y de las rodillas. Disminuye 
gradualmente el movimiento hasta quedar inmóvil. Continúa percibiendo el vaivén. 
d) Repite una o dos veces más el ejercicio. Ahora percibe, cuando estés en la aparente 
inmovilidad, el eje vertical o eje de gravedad que atraviesa nuestro cuerpo desde la 
coronilla. 
e) Luego de las repeticiones, mueve el tronco trazando con la coronilla un círculo, primero 
en el sentido de las manecillas del reloj y luego en contra de ellas. 
f) 
Continúa el movimiento hasta que logres realizarlo con fluidez y en concordancia con la 
suavidad de tu respiración. 
g) Disminuye gradualmente la amplitud de los círculos hasta que llegues nuevamente sólo 
al balanceo. Procura percibir el eje de gravedad cuando concluyas el trazo de un círculo 
e inicies el siguiente. 
Un ejercicio más. En la misma posición anterior: 
a) 
Flexiona la cabeza al frente y baja tu torso al frente. Siente, a medida que bajas, como si 
tu cabeza se enrollará en la columna vertebral. 
b) Cuando tu torso esté completamente flexionado y con los brazos relajados al frente, 
inicia el ascenso, rodando tu pelvis hacia atrás, elevando el torso hacia arriba y sintiendo 
cómo se apoya el cóccix en la silla. 
c) Detén un momento el movimiento cuando tus manos toquen las rodillas para sentir la 
forma redonda que ha asumido tu espalda; inhala y al exhalar procura relajar las 
tensiones de la espalda. 
d) Continúa el ascenso, pero ahora concéntrate en percibir la columna vertebral: siente 
cómo cada vértebra se coloca una encima de la otra a medida que vas alargando la 
columna. Cuando coloques las dos últimas vértebras (las del cuello) que será cuando 
extiendas la cabeza para llevarla a su posición normal, imagina que estás acostado en el 
piso o recargado en una pared y trata de disminuir la curvatura natural del cuello. Al 
mismo tiempo siente como si alguien te estuviera jalando un mechón de cabello de la 
coronilla, obligándote a alagar al máximo tu columna. Imagina que tu columna vertebral 
es una liga que se estira. 
e) Concluye el ejercicio proyectando tu mirada al frente, cuida que tu barbilla forme un 
ángulo de 90º con el piso, es decir, que la barbilla y la nariz no apunten hacia arriba o a 
hacia abajo, sino exactamente al frente. Siente el eje de gravedad que atraviesa el 
cuerpo desde la coronilla. 
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