mujer y la del hombre; el goce de los árboles y el agua, así como también el ruido
de los animales.
JUVENTINO. - No nos culpes, Anselmo Duque, de estas soledades, que si
por nosotros fuera ahora mismo brotarían los ojos de agua, las fuentes, los
árboles y los enjambres de pájaros que rodean un pueblo.
ANSELMO. - Ya sé que también ustedes andan con los pies gastados.
Igual que yo, igual que los animales ahí echados (
hace un ademán señalando el
lugar donde se supone que se encuentran las bestias),
porque ya no tienen
fuerzas ni para levantar el rabo.
JUVENTINO. - La fatiga te hace hablar así. Espera a que este resplandor
baje, y verás cómo hallamos consuelo en la frescura de las sombras. De noche la
fuerza retoña en los tablones.
ANSELMO. -
No me consuelo, ¡que a veces las palabras son estorbosas
por faltar a la verdad!
RAMIRO. - ¡Cállate muchacho! ¡Tus quejidos no van a acercar al pueblo!
Siempre estuvo a ocho leguas de aquí. Nadie se lo ha llevado más lejos para
hacernos la maldad.
ANSELMO. - ¡Desde cuándo lo debíamos haber topado! Ya me canso.
¡Anda y anda! Y cada vez se nos aleja más.
1
Describe cuáles son los movimientos, gestos y características del habla de cada
uno de los personajes que esta lectura te sugiere:
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1
Elena Garro, “El encanto, tendajón mixto
”,
en Carballido, Emilio,
Teatro para adolescentes. Un
repertorio para estudiantes,
México, Editores Mexicanos Unidos, 2003, pp. 15-16.
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