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ESPAÑOL
I
HERMANO: ¡Mamá, venga, mamá, Paty no tiene
nada!
Entra la mamá, y el hermano, sin que se escuche, le
cuenta todo.
AMIGA 1: Pues la broma fue muy pesada, pero no
creímos que fuera a llegar a tanto; y Pancho, pues… es
un compañero de la escuela.
PAPÁ: Bueno, pero ¿por qué ella no aclaró? Primero
ella dice que sí y ahora ustedes dicen que no.
AMIGA 1: Es que dice que no le dieron tiempo de ex-
plicar nada de nada.
MAMÁ: ¡Ay, viejo! ¿Ya ves cómo eres de arrebatado?
PAPÁ: ¡Cállate! ¿Cómo que arrebatado?
MAMÁ: Pues sí, para qué la corriste así… la hubieras
dejado hablar.
PAPÁ: Tú tienes la culpa, me calentaste la cabeza.
MAMÁ: No, la culpa es tuya, nunca quieres oír razo-
nes, ¿no hasta dijiste que a ti nadie te engañaba?
PAPÁ: Pues sí, pero tú…
HERMANO: Los dos tuvieron la culpa.
LOS DOS: ¡Tú cállate, metiche! ¡Cierra la boca!
AMIGA 1: Bueno, Paty está aquí afuera. ¿Le digo que
pase?
LOS DOS: Pues… sí.
Sale la amiga por Paty.
MAMÁ: ¿Y qué vamos a hacer?
PAPÁ: Nada, como si nada.
Entran Paty y la amiga 1.
PATY: Este… ya vine.
MAMÁ: A ver, siéntate aquí. Oye, estás fría (
al herma-
no
). Trae algo para que se tape (
el hermano va y vuelve
con un chal
). A ver, cúbrete.
EL COMPADRE (
asomándose
): ¿Se puede?
PAPÁ: ¡Ah, compadre, pásele!
MAMÁ: ¡Qué milagro!
EL COMPADRE: Pues han de disculpar, pero hasta la
casa oí como que discutían y me dije: “Salvador, es tu
deber, como buen compadre, que vayas a ver si hay
algún problema y puedes ayudar”. Y vine.
MAMÁ: ¡Ay, muchas gracias, compadre! No se hubie-
ra molestado.
PAPÁ: Pues a problema no llega; es más bien un mal-
entendido. Lo que pasó es que…
Sin que se escuche, platican.
MAMÁ (
al hermano
): Tráele un vaso de agua y unos
desenfrioles a tu hermana, no sea que se vaya a res-
friar.
HERMANO: ¡Ah! ¿Yo por qué?
MAMÁ: No discutas y anda (
sale el hermano
)
PATY: No, mamá, estoy bien, deveras.
MAMÁ: No, no, no. Te puede dar un catarro.
HERMANO (
vuelve con lo pedido
): Ten.
EL COMPADRE: ¡Pero compadre, cómo voy a creer!
PAPÁ. Pues ya ve, la de malas.
EL COMPADRE: No, cual de malas; es que no es posi-
ble, quién se va a tragar una mentirota como ésa.
PAPÁ: Es que la niña está chica y no sabe que…
EL COMPADRE: ¡Ah, no! Espéreme. Paty ya no es una
niña. Hay cosas que ya debe de saber, por su bien, por
su seguridad. Compadre, entramos al siglo veintiuno
y con esas ignorancias… No, eso no está bien. Hay que
platicar con los hijos con las palabras adecuadas y ex-
plicarles el mundo. Esto es muy importante.
PAPÁ: Es que queremos conservar la decencia y…
EL COMPADRE: No, compadre, discúlpeme; eso no
es decencia, es ignorancia. Una cosa no tiene que ver
con la otra.
MAMÁ: Además, es muy difícil hablar de esas cosas…
a nosotros, pues, se nos hace difícil.
EL COMPADRE: Bueno, si ustedes no pueden, bus-
quen a alguien que les pueda ayudar. Hay muchas per-
sonas –doctores, trabajadoras sociales, instituciones–
que pueden darles información sobre estas cosas, y
gratis; sólo es cosa de que quieran. Pregunten. Al que
no habla, Dios no lo oye.
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