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No
era el
único
Noé
TExtO: Magolo Cárdenas / ILuStRA ²ó³: ´ichard Zela
Uno
µl viejo I¶zá es¶aba en el cafe¶al recolec¶ando los granos en¶re
la hierba húmeda y los insec¶os como era s· cos¶·mbre. ¸in
embargo, aq·ella mañana no era como o¶ras y m·chos signos
así lo presagiaban.
¹l amanecer, el viejo había desc·bier¶o a los monos miran-
do fijamen¶e hacia el cielo.
—¿Y a ·s¶edes q·é les pasa hoy? —les preg·n¶Ó—. ¿Por q·é
es¶án ¶an q·ie¶os?
ºos monos no se inm·¶aron. º·ego observÓ q·e las col·m-
nas de hormigas chocaban ·nas con o¶ras para deshacerse
en marañas desordenadas y sin r·mbo.
—No se amon¶onen —les dijo.
Con s·s manos ¶oscas de labrador, ¶ra¶Ó de ay·darlas a
volver por s· ca·ce.
Él mismo, q·e había sido ¶es¶igo de las g·erras sangrien¶as
en¶re las ¶rib·s, ahora se sen¶ía ¶·rbado.
—¿Q·é me pasa? —se preg·n¶Ó y, como si alg·ien le ay·-
dara a encon¶rar la resp·es¶a, pensÓ: “Creo q·e volveré a oír la
poderosa voz de µl q·e Todo lo ¸abe”. Ya hacía m·chos años
q·e no la esc·chaba. ¹n¶es, c·ando las ¶rib·s le hacían caso,
había hablado por Él. ¹hora, en cambio, las ¶rib·s se comba¶ían