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“Cumplida está” pensó la muerte y, dando
gracias, echó a andar por el camino aquella
mañana que, precisamente, había pocas nubes en
el cielo y todo el azul resplandecía de luz.
Andando pues, miró la muerte la hora y vio que
eran las siete de la mañana. Para la una y cuarto,
pasado el meridiano, estaba en su lista cumplida
ya la señora Francisca.
Menos mal, poco trabajo;
un solo caso”, se dijo satisfecha
de no fatigarse la muerte y siguió
su paso, metiéndose ahora por el
camino apretado de romerillo
y rocío.