La fiesta de Chepetlán
(Recuerdo de la guerra de Independencia)
Alegre viste sus galas
el pueblo de Chepetlán,
que está celebrando el día
de la fiesta titular.
¡Cuál repican las campanas
de la iglesia parroquial!
¡Cómo suena el teponaxtle
con monótono compás!
Y cámaras y cohetes
estallan aquí y allá,
y se escucha en todas partes
una algazara infernal.
Por donde quiera enramadas,
en las que vendiendo están
aguas frescas y sandías,
y al son de una arpa tenaz
nativos y forasteros
bailan con dulce igualdad;
se oye la voz estentórea
del que tiene el carcamán,
del otro que lotería
llama a todos a jugar.
Entre los arcos de flores
pasa la brisa fugaz,
templando apenas el fuego
de ardiente sol tropical.
En grupos la muchedumbre
se agita, en constante afán,
ávida de divertirse
anhelando por gozar.
Los hombres, ancho sombrero
y negro, en lo general,
camisa y calzón muy anchos,
muy blancos, y nada más:
las mujeres con enaguas
de extraña diversidad;
y todos ríen y cantan
y llegan, vienen y van, tomando
de cuando en cuando
algún trago de mezcal.
Entre tanto forastero
que ha llegado a Chepetlán
buscando en aquellas fiestas
tener un grato solaz,
se notan muchos soldados
que, con licencia quizá,
de las tropas virreinales
se apartaron, sin pensar
en guerras ni en insurgentes
porque muy lejos están
Guerrero y todos los suyos,
y no hay que temerles ya,
al menos mientras que dure
la fiesta de Chepetlán.
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