Practicas el uso del léxico y de la semántica
Las cucarachas truenan como saltapericos cuando uno las destripa. Los grillos no sé si truenen.
A los grillos nunca los mato. Felipa dice que los grillos hacen ruido siempre, sin pararse ni a
respirar, para que no se oigan los gritos de las ánimas que están penando en el purgatorio. El
día en que se acaben los grillos, el mundo se llenará de los gritos de las ánimas santas y todos
echaremos a correr espantados por el susto. Además a mí me gusta mucho estarme con la
oreja parada oyendo el ruido de los grillos. En mi cuarto hay muchos. Tal vez haya más grillos
que cucarachas aquí entre las arrugas de los costales donde yo me acuesto. También hay
alacranes. Cada rato se dejan caer del techo y uno tiene que esperar sin resollar a que ellos
hagan su recorrido por encima de uno hasta llegar al suelo. Porque si algún brazo se mueve o
empiezan a temblarle a uno los huesos, se siente en seguida el ardor del piquete. Eso duele.
A Felipa le picó una vez uno en una nalga. Se puso a llorar y a gritarle con gritos queditos a la
Virgen Santísima para que no se le echara a perder su nalga. Yo le unté saliva. Toda la noche
me la pasé untándole saliva y rezando con ella, y hubo un rato, cuando vi que no se aliviaba con
mi remedio, en que yo también le ayudé a llorar con mis ojos todo lo que pude.
.. De cualquier
modo, yo estoy más a gusto en mi cuarto que si anduviera en la calle, llamando la atención de
los amantes de aporrear gente. Aquí nadie me hace nada. Mi madrina no me regaña porque
me vea comiéndome las
À
ores de su obelisco, o sus arrayanes, o sus granadas. Ella sabe lo
entrado en ganas de comer que estoy siempre. Ella sabe que no se me acaba el hambre. Que
no me ajusta ninguna comida para llenar mis tripas aunque ande a cada rato pellizcando aquí
y allá cosas de comer. Ella sabe que me como el garbanzo remojado que le doy a los puercos
gordos y el maíz seco que le doy a los puercos
À
acos. Así que ella ya sabe con cuánta hambre
ando desde que me amanece hasta que me anochece. Y mientras encuentre de comer aquí
en esta casa, aquí me estaré. Porque yo creo que el día en que deje de comer me voy a morir,
y entonces me iré con toda seguridad derechito al in
¿
erno. Y de allí ya no me sacara nadie,
ni Felipa, aunque sea tan buena conmigo, ni el escapulario que me regaló mi madrina y que
traigo enredado en el pescuezo.
.. Ahora estoy junto a la alcantarilla esperando a que salgan
las ranas. Y no ha salido ninguna en todo este rato que llevo platicando. Si tardan más en salir,
puede suceder que me duerma, y luego ya no habrá modo de matarlas, y a mi madrina no le
llegará por ningún lado el sueño si las oye cantar, y se llenará de coraje. Y entonces le pedirá
a alguno de toda la hilera de santos que tiene en su cuarto, que mande a los diablos por mí,
para que me lleven a rastras a la condenación eterna, derechito, sin pasar ni siquiera por el
purgatorio, y yo no podré ver entonces ni a mi papá ni a mi mamá que es allí donde están.
..
Mejor seguiré platicando.
.. De lo que más ganas tengo es de volver a probar algunos tragos de
la leche de Felipa, aquella leche buena y dulce como la miel que le sale por debajo a las
À
ores
del obelisco.
..
Fuente: Rulfo (1946).
Si tú fueras Macario, ¿cómo concluirías la historia? En media cuartilla escribe el
¿
nal del cuento, aplicando los aprendizajes de este curso.
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