153
iii
Joaquín
Joaquín era un muchacho elegante pero aventado. Por las ma-
ñanas llevaba los lIbros de cuentas de un almacén y por las
tardes aprendía con un amIgo de su papá todos los secretos
del arte fotográfico. En el almacén le pagaban lo justo, sImpa-
tIzaba con los demás empleados y tenía un horarIo cómodo.
SIn embargo, llevar las cuentas no era, como quIen dIce, una
actIvIdad dIvertIda.
En unos meses se casaría con MaclovIa. Por eso trabajaba y
ahorraba, recIbía su sueldo y lo metía en su alcancía de barro.
Sabía que cuando ya no cupIera un centavo más por la boca de
su cochIno, era porque había llegado el momento de casarse
con su MaclIto.
Y así pasaron algunas semanas hasta que un día, al salIr del
almacén, pensó que no le gustaría ser un casado felIz pero con
un trabajo aburrIdo. Fue entonces cuando se le ocurrIó romper
su alcancía para comprarse una cámara fotográfica y ganarse la
vIda con ella. Y así lo hIzo. Le sobraron sólo cInco centavos, que
InvIrtIó en un nuevo cochInIto, más grande que el anterIor, y
que seguramente, con su nuevo negocIo, engordaría muy pronto.
MI MaclIto adorada:
Hoy empIeza para mí una nueva vIda que dará sus frutos
cuando nos casemos. Como en la tarde hay una boda, me Iré
a la IglesIa con mI cámara para tratar de retratar a quIen se
deje y, claro, a quIen pueda pagarme. Nuestro nuevo cochInI-
to tIene un hambre feroz. Tu chamaco pelón hace todo esto
movIdo por una fecha: el día de nuestra boda.
Te quIere tu fotógrafo favorIto.
Quino.