Foto: Teófilo Martínez, Alumnos de la Academia de la Danza Mexicana,
Nueva España. Crepúsculo y Alba
, Archivo
personal de Alejandra Ferreiro Pérez, 1997.
Reúnete en un equipo con algunos de tus compañeros. Hagan una encuesta verbal acerca del
conocimiento que en su comunidad y escuela tienen de la danza folclórica. Averigüen qué
danzas o bailes han visto, que danza o baile han aprendido, quién se las enseñó y si les gusta
bailarla o no y por qué. Indaguen qué opinan acerca de que la danza folclórica se enseñe en las
escuelas. Elaboren un escrito con sus hallazgos.
3.4 La presencia del arte de la danza en nuestra sociedad.
Durante el surgimiento del capitalismo en Europa en los siglos XVI y XVII, el campo artístico se
independizó del resto de las prácticas sociales. El nuevo régimen industrial diferenció las áreas
de trabajo, diversificó las actividades humanas y las liberó progresivamente del control religioso.
Mientras que en otras sociedades y momentos históricos, la capacidad humana de sentir asombro
ante lo que nos agrada o desagrada y de preferir o rechazar esas experiencias (lo estético)
estaba ligada a todas las actividades comunitarias, en las sociedades modernas esta experiencia
se apartó de la comunidad y apareció un modo particular de experimentarla: el arte.
El arte, como se ha denominado comúnmente a todas las manifestaciones estéticas, modifica
drásticamente su función social: se separa de la vida comunitaria para convertirse en un objeto
de contemplación con valor propio. En las sociedades modernas, el arte es ejercido por personas
que se profesionalizan y producen técnicas especiales, a partir de las cuales realizan la
producción artística. El arte tiene una posición propia, aislada, que lo distancia progresivamente
de otros procesos sociales. En estas condiciones, el arte y el artista tienen una nueva finalidad:
producir objetos que intencionalmente produzcan asombro, ya sea agrado o desagrado, es
decir, experiencias estéticas.
La danza aparece con una finalidad propiamente artística en la época moderna y como un
producto de la cultura occidental. Hasta este momento, que data apenas del siglo XVII, se
diferencian la danza espontánea, como una expresión vital de las necesidades estéticas del
hombre a través del movimiento, y la danza escénica o teatral, en la que hay una intención
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