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GEOGRAFÍA DE MÉXICO Y DEL MUNDO
Cuenten en el mapa cuántas metrópolis hay por continente y respondan en su cua-
derno: ¿coincide el número que obtuvieron con la información que muestra el cuadro
“Metrópolis por continente” incluido en la lectura anterior?, ¿por qué?
Sobre el planisferio mundial, ubiquen las principales urbes de América, así como las
ciudades japonesas de Tokio, Osaka y Kobe, y respondan:
> ¿Cuáles son los principales factores naturales que
pueden influir en la distribución de la población en
América?
> ¿Por qué es tan difícil identificar y marcar el límite
entre las tres grandes ciudades japonesas?
> ¿Qué creen que ocurra en esa zona si las tres ciuda-
des continúan creciendo?
> ¿Qué problemas pueden enfrentar los habitantes
de las metrópolis?
Lo que aprendimos
Los problemas
de la distribución de
las personas
1.
Lee el relato de un habitante urbano que se presen-
ta a continuación. Marca en el texto los problemas
urbanos que vayas encontrando, los puedes resal-
tar o enlistar. Recuerda que son problemas que no se presentan en los espacios
rurales.
SESIÓN 8
Los constantes movimientos de
gente que abandona las zonas
rurales para ir a las urbanas,
incluso fuera de su país, es la
principal causa de la alta concen-
tración demográfica en las metró-
polis. Estos movimientos se han
presentado en todo el mundo, pero
actualmente predominan en
muchos países africanos, en
Guatemala, en China y otros
países de Indochina.
La falta de servicios y de empleo
que genera el abandono de las
zonas rurales también se presenta
en las zonas más marginadas de
las grandes urbes, por ello, éste es
uno de los principales problemas
que enfrentan muchos países,
como los latinoamericanos.
—Voy corriendo, estoy sudando
con el corazón latiendo a mil.
.. de pronto ¡PITT, PITT, PITT!, el no muy
agradable sonido del despertador me dice “Es sólo un sueño, hora de abrir lo ojos”. Me levanto, enciendo
el radio para escuchar algo que me termine de despertar, voy a encender el calentador, una y otra vez, ¡uh!,
se terminó el gas, tendré que bañarme con agua fría y olvidarme de mi quesadilla.
Salgo corriendo, se me hizo tarde porque no me decidía a entrar a la regadera. Finalmente llego a la parada
de autobús, encuentro una fila tan larga que parece que regalan tortillas el día de hoy. Por fin llega el camión
y como sardinas entramos personas de todas edades, tamaños y colores apretados en este laminado medio de
transporte que va haciendo parada cada media cuadra, y pienso “¿En dónde puede caber un alma más?” Las
ruedas del camión avanzan después de cinco minutos de recibir “claxonazos” de los carros que se han atora-
do por las continuas paradas.
Mientras llego a mi destino voy viendo por un pedacito de ventana, enmarcado por muchos brazos, la gran
cantidad de edificios. Parece que se empujan uno tras otro, un piso sobre otro, una familia sobre otra; in-
terrumpidos por pocas, muy pocas casas solas de uno o dos pisos solamente, ¡vaya lujo! Luego de varios
“con permisos”, acompañados de empujones, sigo viendo hacia fuera, hay personas caminando, sobre todo
niños que parecen enfermeros o doctores, pero no por la ropa blanca, más bien por una tela azul que va
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