II
ESPAÑOL
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más petate que para cien, así como mayor cantidad de 
plantas, raíces, cortezas y cochinillas para pintarlas. 
No es nada más meterse en la maleza y recoger las co-
sas necesarias. Una raíz con el buen tinte violeta, pue-
de costarme cuatro o cinco días de búsqueda en la sel-
va. Y, posiblemente, usted no tiene idea del tiempo 
necesario para preparar las fibras. Pero hay algo más 
importante: si yo me dedico a hacer todas esas canas-
tas, ¿quién cuidará de la milpa y de mis cabras?, ¿quién 
cazará los conejitos para tener carne en domingo? Si 
no cosecho maíz, no tendré tortillas; si no cuido mis 
tierritas, no tendré frijoles, y entonces ¿qué comere-
mos?
—Yo darle mucho dinero por sus canastas, usted 
poder comprar todo el maíz y frijol y mucho, mucho 
más.
—Eso es lo que usted cree, patroncito. Pero mire: 
de la cosecha del maíz que yo siembro puedo estar se-
guro, pero del que cultivan otros es difícil. Suponga-
mos que todos los otros indios se dedican, como yo, a 
hacer canastas; entonces ¿quién cuida el maíz y el fri-
jol? Entonces tendremos que morir por falta de ali-
mento. […]
Mr. Winthrop estaba a punto de estallar, pero no 
quiso rendirse. Habló y regateó con el indio durante 
horas enteras, tratando de hacerle comprender cuán 
rico podría ser si aprovechaba la gran oportunidad de 
su vida. […]
—Y ahora, ¿qué decir, amigo? ¿Ser buena mi pro-
posición, no? Diga sí, y yo darle un adelanto de qui-
nientos pesos, luego, luego.
—Como dije a usted antes, patroncito, el precio es 
aún de quince pesos cada una.
—Pero hombre —dijo a gritos Mr. Winthrop—, 
this is the same price
..., quiero decir, ser mismo pre-
cio… 
have you been on the moon
… en la luna.
.. 
all the 
time
?
—Mire, jefecito —dijo el indio sin alterarse—, es el 
mismo precio porque no puedo darle otro. Además, 
señor, hay algo que usted ignora. Tengo que hacer esas 
canastitas a mi manera, con canciones y trocitos de mi 
propia alma. Si me veo obligado a hacerlas por milla-
res, no podré tener un pedazo del alma en cada una, ni 
podré poner en ellas mis canciones. Resultarían todas 
iguales, y eso acabaría por devorarme el corazón peda-
zo por pedazo. Cada una de ellas debe encerrar un tro-
zo distinto, un cantar único de los que escucho al ama-
necer, cuando los pájaros comienzan a gorjear y las 
mariposas vienen a posarse en mis canastitas y a ense-
ñarme los lindos colores de su alitas para que yo me 
inspire. Y ellas se acercan porque gustan también de 
los bellos tonos que mis canastitas lucen. Y ahora, jefe-
cito perdóneme, pero he perdido ya mucho tiempo, 
aun cuando ha sido un gran honor y he tenido mucho 
placer al escuchar la plática de un caballero tan distin-
guido como usted, pero pasado mañana es día de pla-
za en el pueblo y tengo que acabar las cestas para lle-
varlas allá. Le agradezco mucho su visita. Adiosito. 
[…]
Bruno Traven. “Canastitas en serie”, en 
Canasta de cuentos mexica-
nos
. México: SEP/ Selector, 2002, pp. 9-28.
El texto dice.
..
5.
¿Por qué el campesino no acepta la propuesta de Mr. Winthrop?
Y tú qué dices…
6.
¿Por qué Mr. Winthrop insiste en que el precio de las canastas baje en la medida en 
que pide una mayor cantidad?
7.
¿Conoces algún caso en el que un producto baje de precio en tanto que se produce 
en mayor cantidad? ¿Cuál?
Para leer
Leerás fragmentos de un poema para conocer un ejemplo de la reflexión 
del autor sobre los valores y los vicios de la sociedad de su época.
SESIÓN 5