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Reúnanse en un equipo de tres compañeros e improvisen movimientos con esta idea: hagan
sonar cada parte de su cuerpo con la imagen de algún instrumento y elaboren algunas frases
de movimiento para crear una sinfonía en él. El peligro mayor en esta improvisación es la
imitación de los instrumentos; no se queden con las ideas más fáciles, usen su imaginación.
Los sonidos también nos han ayudado a “musicalizar” nuestras danzas, pero no hemos
intentado bailar a la vez que producimos sonidos. Produzcan sonidos, como quejidos, bostezos,
risas, suspiros, respiraciones, siseos, lloriqueos, etcétera. O pueden experimentar con alguna
grabación de sonidos ambientales; las músicas
new age
ofrecen una gran variedad de sonidos.
También busquen algún poema que les guste e improvisen movimientos al ritmo de la poesía.
No se trata de ilustrar la poesía, sino de seguir el ritmo de las palabras o bien las emociones
que provoca. Retomen sus producciones del tema anterior y musicalícenlas con sonidos
creados en sus cuerpos.
El recurso que hemos utilizado más es el de la música. Tal vez ya sepamos que una mala
elección puede arruinar nuestro trabajo o bien darle vida. De ahí la importancia de una
cuidadosa selección, porque no toda la música es apta para bailar. Según la coreógrafa Doris
Humphrey nuestra elección debería orientarse hacia tres campos de la
música que se ligan
estrechamente con el cuerpo humano: el melódico, el rítmico y el dramático. “La melodía, a
través de su origen en la respiración y la voz; el ritmo métrico, a través del cambio del peso
sobre los pies y por el pulso; el sonido dramático a través de la enorme escala de emociones
siempre acompañadas de la reacción física” (Humphrey, 1981:154).
Elijan alguna de las exploraciones del tema anterior y utilicen alguna música muy melódica o
muy rítmica o una música que penetre las entrañas y provoque sacudidas emocionales: que
conmueva.
Una vez elegida la música deberán decidir cómo utilizarla. La música puede apoyar el
movimiento y servir como mecanismo impulsor de la danza; puede “crear un espacio” en el que
vivirá la danza; “puede colorear, subrayar, azuzar, conversar, y jugar con la danza; puede ser
como un vecino, amigo, socio, amante, enemigo” (Blom y Chaplin, 1996:202). Un buen ejemplo
del primer caso lo pueden encontrar en
La consagración de la primavera
de Stravinsky, obra
que desde Nijinsky ha cautivado a diversos coreógrafos entre los que destacan Pina Bausch y
Maurice Béjart. Algunos críticos piensan que esta obra fue comprensible en su momento
gracias a la danza.
Revisen el trozo de danza creado en el tema anterior. Elijan la música adecuada y el modo en
que la utilizarán. Repitan la danza hasta que logren bailar con la música.
La integración de las artes visuales a la danza se hace de múltiples formas: la iluminación, la
escenografía, la utilería, el vestuario, el video. Los elementos teatrales, objetos o accesorios, en
lugar de simples elementos de ambientación de la danza, pueden convertirse en personajes de
la misma, cuya fuerza da vigor a la obra, o pueden ayudarte a crear movimientos especiales
para relacionarte con ellos. También el vestuario puede constituir un elemento que incrementa
las posibilidades de crear diseños con el cuerpo en movimiento (Blom y Chaplin, 1996: 233).
La escenografía no tiene que ser estática como simple telón de fondo o a modo de piernas,
puede integrarse a la danza si se utiliza como un elemento exploratorio más en la obra. O bien
pueden utilizarse en un momento como escenografía, en otro como vestuario y en otro más
como utilería. Seleccionen alguna de las creaciones del tema anterior y, en equipos, integren
algún objeto o vestuario a los movimientos.
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