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origen prehispánico que hasta nuestros días se siguen cocinando con las recetas originales, son
de los más solicitados por nuestros turistas nacionales y extranjeros.
Tlaxcala cuenta con variados platillos típicos como la sopa de tortilla, la sopa de haba, las tlatlapas,
el pollo Tocatlán, el mixiote de carnero, la barbacoa de hoyo, el mole de guajolote, y el pipián verde
o rojo; bebidas típicas como el atole de amaranto, el pulque o los curados; y dulces como
las pepitorias, las alegrías y los muéganos, entre otros.
Sus artesanías son mundialmente famosas, como los sarapes de Chiautempan, la cerámica tipo
talavera de San Pablo del Monte, los bastones de madera en Tizatlán, figuras de hoja de maíz
(totomoxtle) de Españita, los bordados prehispánicos de pepenado en Ixtenco, y tantas otras
de singular belleza.
Anota en tu cuaderno algunas otras costumbres y tradiciones que
se han incorporado con el paso del tiempo.
Actividad 4. Lee y escribe un cuento
Lee el siguiente cuento que plasma las diferencias entre la vida
en el campo y la vida en la ciudad.
Ratón de campo y ratón de ciudad
Érase una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo. Allí no le hacía falta
nada. Tenía una cama de hojas, un cómodo sillón y flores por todos lados. Cuando sentía hambre,
el ratón buscaba frutas silvestres, frutos secos y setas para comer. Además, el ratón tenía una salud
de hierro. Por las mañanas, paseaba y corría entre los árboles, y por las tardes, se tumbaba a la
sombra de algún árbol, para descansar o simplemente respirar aire puro. Llevaba una vida muy
tranquila y feliz.
Un día, su primo ratón que vivía en la ciudad fue a visitarlo. El ratón de campo lo invitó a comer
sopa de hierbas. Pero al ratón de la ciudad, acostumbrado a comer comidas más refinadas, no le
gustó. Y además no se habituó a la vida de campo. Decía que la vida en el campo era demasiado
aburrida y que la vida en la ciudad era más emocionante. Invitó a su primo a viajar con él a la
ciudad para comprobar que allá se vive mejor. El ratón de campo no tenía muchas ganas de ir,
pero acabó cediendo ante la insistencia del otro ratón.
Nada más llegar a la ciudad, el ratón de campo pudo sentir que su tranquilidad se acababa. El
ajetreo de la gran ciudad lo asustaba. Había peligros por todas partes. Había ruidos de coches,
humo, mucho polvo, y un ir y venir intenso de las personas. La madriguera de su primo era muy
distinta de la suya, y estaba en el sótano de un gran hotel. Era muy elegante: había camas con
colchones de lana, sillones, finas alfombras y las paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban
de quesos y otras cosas ricas. En el techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se
disponían a darse un buen banquete, vieron a un gato que se asomaba a la puerta husmeando
en la madriguera. Los ratones huyeron disparados por un agujerillo.