Cuaderno de actividades de aprendizaje /
Literatura II
67
MENCIETA.- Mucho es eso.
GUADALUPE.-
¡Ah, mi madre! Por sanar pardiez me aborreciese estarme dos horas y media sin
desayunarme
si no huese de pan o de alguna cocina o algo semejante.
MENCIETA.- ¿Duélente los ojos?
GUADALUPE.- Que no, dolos al diabro, sino que se añublan de suyo.
ARMELINA.- Mas de sueño.
GUADALUPE.- Y si es de lo que vuesa merced dice, ¿hay remedio, señora?
ARMELINA.- Pregúntaselo a Mencieta.
GUADALUPE.- Mencia, hermana, ¿sabes tú algo para contra ojos adormidos?
MENCIETA.- Mil medecinas hay.
GUADALUPE.- ¿Mil, eh? Dime un par de ellas.
MENCIETA.- ¿Y para qué un par?
GUADALUPE.- Para cada ojo la suya.
MENCIETA.- ¡Ah, dices bien! Aguarda un poco. Tápate muy bien los ojos con las manos, que no veas cosa
ninguna.
GUADALUPE.- ¿Estoy bien?
MENCIETA.- Sí; vuélvete de espaldas, y si algo te doliere, no hables, que te quedarás ciego para todos los
días de tu vida.
GUADALUPE.- Haz, que yo callaré hasta que tú lo mandes.
MENCIETA.- Está quedo, tonto.
GUADALUPE.- No ahí, Mencieta, no ahí. ¿Está el mal en los ojos y enjálmasme las espaldas?
MENCIETA.- Pues de ahí te va la salud a los ojos.
GUADALUPE.- Bueno creo que estaré ya, Mencieta.
MENCIETA.- Pienso que sí.
GUADALUPE.-
Plega Dios que no sea de menester alguna sangría, que mucho me duele aqueste enjalmo
que me pusiste. ¿De qué era, por tu vida?
MENCIETA.- De un poco de enjundia de gallina y otro poco de levadura.
GUADALUPE.- Demasiada levadura pusiste.
MENCIETA.- ¿Por qué?
GUADALUPE.- Porque era muy duro aquel empastro.
MENCIETA.- ¿Agora puedes bien abrir los ojos?
GUADALUPE.- Sí, pero es menester rogar a Dios que los pueda volver a cerrar, que, pardiez, como el
cocimiento está en las costillas, de tu melecina, los ojos me hace tener como candelas, y aun será
maravilla
que no me acuda después el sueño en una quincena de días.
MENCIETA.- No es mucho.
GUADALUPE.- Mira, Mencieta: aunque otra vez me veas ciego y rezar oraciones, no me cures.