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BLOQUE CINCO
HORACIO.- Señor, creo que le vi anoche.
HAMLET.-
¿Viste? ¿A quién?
HORACIO.- Señor, a vuestro padre el rey.
HAMLET.- ¡A mi padre el rey!
HORACIO.- Templad por un instante vuestro asombro
y escuchad con atención la maravilla
que voy a relataros, con estos dos
señores por testigos.
HAMLET.- ¡Por Dios santo, cuéntame!
HORACIO.- Dos noches seguidas, a estos dos señores,
Marcelo y Bernardo, haciendo guardia
en el vacío sepulcral de media noche,
se les ha aparecido una fgura
igual que vuestro padre, armada de pies a cabeza,
que ante ellos camina solemne,
con paso lento y grave. Tres veces anduvo
ante sus ojos aterrados y suspensos,
a la distancia de su bastón de mando,
mientras ellos, encogidos de pavor,
se quedaban mudos sin hablarle. A mí
me lo contaron con miedo y sigilo,
y la tercera noche yo velé con ellos;
y allí, tal como dijeron, la hora,
la fgura, hasta la última sílaba,
llegó el aparecido. Era vuestro padre,
como iguales son mis manos.
HAMLET.-
Pero, ¿dónde Fue eso?
MARCELO.- Señor, en la explanada donde hacíamos la guardia.
HAMLET.-
¿Y no le hablaste?
HORACIO.- Le hablé, señor, pero él no contestó;
aunque una vez, alzando la cabeza,
se movió como si fuese a hablar,
pero entonces cantó fuerte el gallo mañanero
y, al oírlo, el espectro se esfumó
y desapareció de nuestra vista.
HAMLET.- Asombroso.
HORACIO.- Alteza, por mi vida que es verdad;
pensamos que era nuestra obligación
hacéroslo saber.
HAMLET.- Sí, sí, claro; pero me inquieta. -
¿Hacéis guardia esta noche?
BERNARDO y MARCELO.- Sí, señor.
HAMLET.-
¿Decís que armado?
BERNARDO y MARCELO.- Armado, señor.
HAMLET.-
¿De pies a cabeza?
BERNARDO Y MARCELO.- Señor, de la cabeza a los pies.
HAMLET.- Entonces no le visteis la cara.
HORACIO.- Sí, señor: la visera estaba en alto.
HAMLET.-
¿Tenía mirada fera?
HORACIO.- Un semblante de pesar más que de ira.
HAMLET.-
¿Pálido o encendido?
HORACIO.- No, muy pálido.