62
—No lo sé —respondió Itzá confuso.
Nunca antes lo había escuchado. La fa-
milia de Itzá, que había sentido el golpe,
guardó silencio. Los animales notaron
el asombro de los humanos y se queda-
ron inmóviles.
¿De dónde provenía aquel ruido?
Durante un largo rato los abuelos se
miraron en silencio. Luego subieron es-
caleras arriba para encontrarse con una
gran sorpresa.
Ante ellos estaba ahora otra barca
parecida a la suya, pues también tenía
casa encima y el mismo tamaño. Sin em-
bargo, en algo era diferente. La habían
construido con un material raro que pro-
ducía un resplandor tan fuerte que Madú
e Itzá tuvieron que entrecerrar los ojos
para acostumbrarse al brillo.
Los dos viejos se acercaron sigilosa-
mente a la embarcación luminosa para
tocarla. Aquel material blanco y duro al
que recorrían hilos transparentes, que-
maba como el fuego.
Asustados, los abuelos se retiraron
de la barca. De pronto, dentro de ella,
a través de los hilos transparentes, cre-
yeron percibir el movimiento de un ser
blanco y grande. Luego otro y otro más.
Aquel mundo brillante y cerrado pare-
cía estar habitado por sombras.