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Junto con tu maestro y compañeros, comenten el relato y contesten las
siguientes preguntas.
¿Por qué era difícil ir a trabajar a Estados Unidos?
Comenten y escriban cómo es actualmente la situación de los
inmigrantes
.
Leamos en el grupo el
siguiente relato incluido
en el libro
Un pueblo que
se resiste a morir,
de
Concepción Franco Rosales,
sobre un bracero de San
Diego de Alcalá, que se fue
a Estados Unidos.
Braceros.
Don Jesús Campoya Calderón recuerda sus años de bracero allá por los cincuenta,
“lo más difícil era decidirse a enrolarse de bracero, dejar de trabajar su tierra y dejar
a la familia”.
La gente iba a la ciudad de Chihuahua y se presentaba en “el trocadero”, lugar
cercano a la estación de ferrocarril, donde oficiales americanos hacían las
contrataciones de braceros y se los llevaban a la frontera. En Juárez, los oficiales del
Servicio de Inmigración estampaban el sello de aprobación de sus permisos; luego
en El Paso llegaban los agricultores a escoger a sus trabajadores para los ranchos; los
más jóvenes eran empleados primero y los más viejos se quedaban al último.
“En los ranchos hacíamos de todo, aunque nuestro contrato era para la pizca del
algodón”. En las tardes y los domingos los llevaban a reparar cercas o a pintar la casa
del ranchero y sólo les pagaban por el algodón que pizcaban de las 6 de la mañana a
las 5 de la tarde. Al pizcador se le pagaba
2.10 (dos dólares y diez centavos) por cien
libras de algodón, el mejor pizcador hacía unas 300 libras diarias.
Una vez a la semana los llevaban al pueblo a comprar comida y cigarros, algunos
mandaban dinero a sus familias por medio de giros bancarios. “Yo no lo hacía porque
no le tenía confianza al banco y mejor guardé todo mi dinero, trabajé cuatro meses,
siete días de la semana, doce horas diarias y al final del contrato, regresé a mi casa
con casi 300 dólares en la bolsa. Ésos sí eran buenos tiempos”.
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