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Y en su pirámide de cinco terrazas se  
levantaba por sobre toda la ciudad, con sus 
cuarenta templos menores a los pies, el templo 
magno de Huitzilopochtli, de ébano y jaspes,  
con mÁrmol como nubes y con cedros de olor, sin 
apagar jamÁs, allÁ en el tope, las llamas sagradas  
de sus seiscientos braseros.
En las calles, abajo, la gente  
iba y venía, en sus túnicas cortas 
y sin mangas, blancas o de 
colores, o blancas y bordadas, 
y unos zapatos flojos, que eran 
como sandalias de botín.
Por una esquina salía un grupo de niños 
disparando con la cerbatana semillas de fruta, o 
tocando a comp s sus pitos de barro, de camino 
para la escuela, donde aprendían oficios de mano, 
baile y canto, con sus lecciones de lanza y flecha, 
y sus horas para la siembra y el cultivo: porque 
todo hombre ha de aprender a trabajar en el 
campo, a hacer las cosas con sus propias manos 
y a defenderse.
Busca en tu Biblioteca Escolar el 
libro 
Cándido
,
de Martha Romo, 
que habla de un niño durante la 
Revolución  exicana.