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A quien más le gustaba esa canción era al 
cenzontle. Ya había buscado por todas partes 
al ave de la bella voz, hasta que una noche fue 
invitado a cenar a casa de la chacdzidzib. A la 
mitad de la cena, oyó la voz que tan bien conocía. 
Entonces se levantó de la mesa y entró a las 
habitaciones, con la esperanza de encontrar  
a la cantante.
Así, llegó a la cocina y vio a la xkokolché 
cantando. El cenzontle no quiso interrumpirla  
y se fue sin hacer ruido, pero regresó cada noche  
a escucharla.
El cenzontle se dio cuenta de la soledad  
en que vivía la xkokolché y, conmovido, una 
madrugada entró a la cocina y se la robó. Al día 
siguiente la presentó con los animales y les dijo 
que ella era el ave del hermoso canto que se oía 
en las noches. Como la recibieron con cariño, la 
xkokolchÉ cantó aún mejor. Desde entonces, su 
canto logra que los pÁjaros se sientan tristes y 
felices al mismo tiempo; por eso todos la admiran. 
Bueno, casi todos, porque la chacdzidzib no 
disfruta al escuchar a su antigua sirvienta, ya que 
le recuerda que, aunque ella es muy bonita, no 
puede cantar igual.
Si quieres conocer otra leyenda 
sobre un animal que maravilla 
por su rareza, busca 
Axólotl
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ajolote
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