85
El reducido control que los españoles tenían sobre la
población en los alrededores de Bacalar dio lugar a que
este territorio se convirtiera en un refugio de los mayas
que huían de las encomiendas ubicadas en las cercanías de
Mérida, Campeche y Valladolid. El gobierno virreinal y las
autoridades de la Iglesia se preocuparon porque en este
lugar los nativos quedaban en libertad para continuar
con la adoración de sus antiguos dioses.
De hecho, en 1605, en la municipalidad de Bacalar había
un pueblo cuyos habitantes aún hacían ceremonias a sus
antiguos dioses. El obispo Diego Vázquez informó que
los mayas se juntaron en la casa del cacique para hacer
sus ceremonias y que el día de la resurrección de Cristo
los pobladores sacaron las esculturas de sus dioses en
procesión.
Una situación similar se presentó en Cozumel. Durante la
etapa prehispánica la isla era un santuario al que acudían
mayas de lugares lejanos como Tabasco, Xicalango,
Champotón y Campeche, con el fin de adorar a la diosa
Ixchel. Había un anciano que llamaban
ahk’in
(sacerdote),
encargado de hablar con la escultura que representaba a su
dios y de transmitir la respuesta a los demás mayas. Aun
después de la Conquista, hubo un tiempo en que continuaron
visitando la isla para celebrar el culto a Ixchel. Esto era
posible porque la pobreza de las encomiendas de Cozumel
impedía sostener a un cura, ya que los religiosos católicos
tenían miedo de realizar la peligrosa travesía de la costa a
la isla, pues varias personas se habían ahogado como fue el
caso del cura Francisco de Aguirre.
Ser sobrenatural relacionado con
la muerte.
En Bacalar y Cozumel los habitantes mayas adoraban a sus antiguos dioses.