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SECUENCIA 11
A su llegada, él trabajaba más de 12 horas diarias,
seis días a la semana, planchando ropa en una tintore-
ría de Queens, en donde ganaba 230 dólares a la sema-
na. Esto, en una ciudad donde rentar un apartamento
de dos recámaras cuesta alrededor de mil 500 dólares
al mes.
“Cuando te vienes, todo mundo te habla de dóla-
res”, dice, “pero nadie te dice que hay que pagar renta,
luz, teléfono, y que conseguir una buena
chamba
, está
cabrón”.
En esto Carlos tiene razón. La semana pasada, el
Departamento del Trabajo del estado de Nueva York
reveló que la ciudad alcanzó este mes su nivel más alto
de desempleo (8%) en los últimos 10 años.
Por si fuera poco, 62 mil trabajadores neoyorqui-
nos se quedarán sin ingresos a partir del 28 de diciem-
bre, sumándose a los 182 mil trabajadores que perdie-
ron su derecho a recibir el seguro de desempleo y
continúan sin poder trabajar desde junio pasado, de
acuerdo con el Proyecto de Desempleo de la Ciudad
de Nueva York.
No obstante, aunque con menor intensidad, conti-
núa el éxodo de mexicanos –sobre todo poblanos– a la
Gran Manzana
, donde se hallan por todas partes: en la
industria de la construcción, los textiles y el trabajo
doméstico, en oficinas [.
..], pero principalmente en los
servicios turísticos, que sostienen la economía local.
Ahora Carlos gana 600 dólares semanales, por 40
horas de trabajo. “Pero tuve que chingarme cinco años,
y bien raspaditos, para tener lo poco que tengo”.
Con todo, “lo que gana Carlos no alcanza”, dice Te-
resa –de 21 años, uno menos que su pareja– con mal
disimulado desdén.
Carlos recuerda que desde los seis años, con su pa-
dre solía recorrer en un triciclo “las polvorientas calles
de Chalco”, vendiendo cloro, “a todo pulmón”. Quince
años después, sigue trabajando duro.
–Para que mi jefa levante su casa –afirma orgulloso.
Sus envíos de dinero forman parte de los 10 mil
millones de dólares que entran como remesas anual-
mente a México, esos sí, sin problemas para cruzar la
frontera.
Cruzar de
mojado
[...]
Además de la razón económica, hay otra para no ir a
México: “Cruzar la
línea
de
mojado
[...]”, afirma Car-
los, con la certeza que da la experiencia.
Le asiste la razón. Hasta el pasado mes de noviem-