142
—Pero nosotros somos gente —dijeron  
los moribundos.
—También nosotros —contestaron los 
lancheros—. Con esto nos ganamos la vida.
—¡Por diosito! —gritó entonces el más viejo  
de la isla—. ¿No ven que si nos dejan nos dan  
la muerte?
—Tenemos compromiso —dijo el capitÁn.  
Y se volvió con los marineros y ni porque estaban 
retorciÉndose tuvieron lÁstima. Ahí los dejaron. 
Pero la abuela se levantó del tapesco y, a como  
le dio la voz, les echó la maldición:
—¡A como se les cerró el corazón, se les  
cierre el lago!