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A mediados del siglo 
XVI
los paisajes cambiaron por el cultivo de nuevos productos, los 
cuales se sumaron a los que ya existían, como el cacao, el maíz, el algodón y la yuca. Los 
europeos trajeron nuevas especies de animales y una gran variedad de árboles frutales: 
naranjos, limoneros, manzanos, duraznos y chabacanos, por mencionar algunos; así como 
verduras y hortalizas: lechugas, espinacas, zanahorias, rábanos y betabeles. 
La combinación de estos productos en las comunidades generó su 
mestizaje
, lo cual 
explica la rica y variada cocina oaxaqueña actual.
En la provincia de Antequera, las costumbres se mantuvieron en el vestido de las 
mujeres prehispánicas. Los hombres usaban ropa de manta. En las zonas urbanas se 
adoptaron vestimentas estilo europeo, lo cual perduró hasta muy entrado el siglo 
XX
.
La población mantuvo un crecimiento lento pero constante. A principios del siglo 
XVII
tenía 2 000 habitantes y a finales del siglo 
XVIII
contaba con 18 000 personas.
El comercio fue una de las actividades que más influyó en este desarrollo, aunque 
desigual, debido a que los productos de los pueblos originarios se pagaban a precios 
muy bajos; en cambio, artículos como machetes, puntas de metal, telas y cera, que los 
españoles comercializaban, eran sumamente caros.
Nuevas actividades económicas
La minería durante el Virreinato
En la época del Virreinato los metales más buscados fueron el oro y la plata. Al inicio, 
se obtenían mediante la simple recolección o lavando las arenas 
auríferas
en los ríos, 
sobre todo en la región de Tehuantepec.
Poco después se añadió la explotación a cielo abierto en excavaciones y pozos; se 
continuó con las técnicas subterráneas, consistentes en la excavación de 
socavones
de 30 metros o más de profundidad, por donde bajaban los trabajadores colgados en 
cuerdas hasta los sótanos oscuros y húmedos, mal iluminados, con 
teas
, llevando una 
barreta, una cuña o un mazo para 
horadar
la roca.
En la Antequera, uno de los principales buscadores de minas fue el español Alfonso 
de Tavera, quien con un grupo de nativos recorrió la región de Villa Alta y encontró una 
mina que produjo abundante metal.
En 1580 se descubrieron minas de plata en Santa Catalina Mártir, en Miahuatlán, y en 
Santa Catalina Minas, en Ocotlán, que lograron un rápido crecimiento por su producción. 
También hay registros de que en Teojomulco, Sola de Vega y Chichicapa había una 
importante producción de oro.
Quienes habitaban los pueblos cercanos a las minas sufrieron la imposición de enviar 
gente para que realizara los trabajos de extracción del metal en condiciones de esclavitud, 
hecho que provocó el descenso de la población originaria.