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El nahual tlaxcalteca
El nahual es uno de los seres sobrenaturales más extraordinarios dentro de la cultura mexicana. El término
nahual
proviene del nombre castellanizado de
nahualli
, palabra de origen náhuatl relacionada con la magia.
Los nahuales eran sacerdotes hechiceros, que poseían grandes secretos, entre otros, la manera de hacer caer
la lluvia sobre los campos, de desviar la corriente de los vientos, de enmudecer al trueno y de alejar
el granizo de la helada. En el imperio azteca los nahuales eran amparados por Tezcatlipoca, el dios azteca
de la guerra y el sacrificio. La leyenda contaba que un nahual podía desprenderse de su piel y transformarse
en un animal.
Se le aconsejaba a la gente en los pueblos que para que los brujos o nahuales no entrasen
a hacer daño a sus casas, era bueno usar como protección una navaja de piedra negra en una escudilla de
agua, puesta de noche tras la puerta o en el patio de la casa.
Cuentan que por el rumbo de Chiautempan, hace muchos años, antes de que estuviera tan poblado el
municipio, había varios lugares que eran los preferidos de los cazadores, que en esas tierras aún agrestes
solían encontrarse conejos, coyotes y uno que otro venado. En una ocasión tres cazadores iban por la noche
buscando una presa, cuando vieron a lo lejos un hermoso perro negro y grande de una raza desconocida
para ellos. Como no había casas por ahí y no habían encontrado ninguna presa, al ver el perro que era muy
bonito decidieron atraparlo porque pensaban que habiéndose criado en el campo les sería útil para cazar.
Sin embargo, al acercarse, el perro les gruñó muy agresivo y se echó a correr. Los cazadores pensaron que
un animal tan salvaje podría atacar a otros cazadores y le dispararon hiriéndolo en una pata. Trataron de
seguir las huellas de sangre, decididos a rematarlo, porque un animal herido es más peligroso;
de repente, al llegar a un claro del monte encontraron una choza, se acercaron a preguntarle al dueño
si no había visto al perro y cuál no sería su sorpresa al ver que, en esa humilde choza, el hombre tenía
muchas riquezas y en la parte de atrás había muchos animales. Les causó extrañeza darse cuenta de que
el campesino que se encontraba en esa choza estaba curándose una herida en la pierna, en el mismo lugar
donde ellos le habían disparado al perro negro.
Aburridos al no haber podido cazar nada y habiéndole perdido la pista al perro negro, llegaron horas más
tarde a la cantina del pueblo más cercano y ahí contaron su aventura. El cantinero, santiguándose, les dijo
que se habían topado con un nahual, personas que son servidoras del diablo y que por las noches se
convierten en animales para poder robar riquezas y animales; añadió que habían corrido con suerte de haber
salido con vida, ya que son muy peligrosos. Los lugareños les explicaron que los nahuales son personas que
cuando quieren convertirse en animales deben rezar un Padre Nuestro al revés y dejar en su casa una cobija
de las que tienen, moverla y dejarla tendida al revés para poder convertirse nuevamente en personas, pero
si alguien levanta la cobija, puede dejarlos para siempre convertidos en animales.
Les recomendaron que cuando anduvieran por el monte, trajeran siempre un crucifijo en el cuello, que
trataran de usar un cinturón de piel legítima de víbora y cuando se encontraran a un animal sospechoso le
pegaran con la hebilla del cinturón y rezaran el Padre Nuestro. En ese momento los nahuales se convertirían
en hombres y gracias al cinturón y al rezo estarían indefensos. Los cazadores salieron riéndose; sin embargo,
desde esa fecha traían siempre consigo un crucifijo entre sus ropas y se ponían cinturones de víbora para ir
a cazar por el rumbo de Chiautempan.
S. Fernández,
El nahual. Cuentos y leyendas de Tlaxcala,
1995.